«MI HIJA SE LLAMARÁ INOCENCIA»: LAS AGOBIANTES HORAS DE UN INOCENTE INCULPADO DE LA VIOLACIÓN A UNA NIÑA CON DISCAPACIDAD EN SUCRE

 

Los policías que fueron a buscarlo la noche del lunes 9 de julio no sabían ni a quién detenían. Lo llamaron Álvaro y su nombre es Alfredo Pinedo. Ningún fiscal investigó a fondo ni llamó testigos, ni precisó detalles antes de detenerlo. Respaldados en unas imágenes borrosas de una cámara casera, solicitaron a una jueza encarcelarlo en San Roque. Ésta cumplió el pedido sin cuestionar la falta de pruebas.

Alfredo de 21 años de edad estuvo en prisión 14 días, inculpado de haber violado a una niña de 9 años con síndrome de Down, en Sucre.

Hasta la fecha “ninguna persona se ha disculpado, ni el Ministerio Público, ni la parte demandante” por la injusticia, declaró hoy Alfredo.

El día que sucedió el crimen, Alfredo llegó temprano a su tienda de ropa usada. Todo el día no salió de su trabajo, sus caseras lo vieron, incluso una amiga fue a visitarlo.

Ya por la noche volvió a casa, que está en el mismo barrio donde sucedió la violación.  Cuando llegó a su hogar, a eso de las 21:30 horas, vio que había policías esperándolo. No sabía qué pasaba. La única mala noticia que había recibido aquel día fue una llamada de su madre que le dijo que dos personas habían ido a buscarle para cobrarle una deuda. Alfredo respondió que no debía a nadie un solo peso.

Cuando lo detuvieron, ningún policía le explicó la causa. Sólo le informaron que había una denuncia en su contra. Como el que nada hace, nada teme, los acompañó confiado en su inocencia y en la profesionalidad de la Fiscalía.

Se le vino el mundo abajo a Alfredo, cuando los fiscales comenzaron a culparlo, en la delegación policial, de un crimen que nunca cometió.

Se enteró del hecho, en el momento que le lanzaron unas preguntas: ¿qué hiciste ese día? ¿Dónde estabas? ¿Con qué ropa estuviste? Él respondió, pero los fiscales no se preocuparon de verificar su versión.

La tarde que entró a prisión con el susto que trepó su cuerpo de pies a cabeza. Apenas cruzó el umbral, recordó una frase escalofriante: los presos hacen contra un violador lo que éste hizo a su víctima. Lloró de bronca, por su madre, por su honor y de impotencia porque ni los fiscales ni la jueza procedieron con justicia.

El miedo crecía en Alfredo cada vez que intuía que los internos querían tomar venganza. Temblaba como una hoja cuando escuchaba cuchicheos y los reos lo señalaban como al violador de una niña.

Pero como en todo lado hay gente buena, también en la cárcel, no pasó nada gracias a algunos reos que creyeron en su versión, en su inocencia.

Ninguna noche durmió bien por miedo a lo que le podía pasar. Contó que se acurrucaba y se arrebujaba con unas frazadas en un colchón tirado sobre el frio piso de un rincón de la cárcel, de donde no se movía ni para ir al baño.

Los días que se difundían noticias respecto al horrendo crimen, los ánimos de los presos “se caldeaban más” y Alfredo sentía más miedo. “Me quedaba en un rincón, sólo iba a recibir mi comida”, rememoró.

Volvió su ajayu (ánimo) cuando la televisión informó que el verdadero violador se entregó a la Policía y confesó su crimen. En ese instante, saltó de alegría y algunos de los internos se le acercaron para abrazarlo y aconsejarle a tomar acciones contra las personas que lo encarcelaron.

Por su honor dañado y por las dos semanas sin libertad, Alfredo responsabilizó a la persona denunciante y a los fiscales que en varias audiencias le acusaron con “gruesas palabras” que lo mataban en vida.

“Voy a procesar a la fiscalía por esos falsos testimonios, esas palabras duelen”, sostuvo en referencia a un posible juicio por daños y perjuicios contra su honor.

Pasado el calvario, Alfredo habló de su futuro y dijo que quiere tener una familia con cuatro hijos: dos hombres y dos mujeres. A una de ellas desea llamarla Inocencia y a la otra, Libertad.

Expresó su deseo de estudiar derecho y especializarse en materia penal para evitar injusticias como él sufrió en carne propia.

Según el periódico El Deber, la jueza se disculpó y admitió la equivocación el día que dictó la libertad irrestricta de Alfredo Pinedo.

RIMAY PAMPA

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