«DE TODOS LOS QUE LLEGAN A TERAPIA INTENSIVA, UN 15 A 20% SE RECUPERA»

MÉDICO INTENSIVISTA

Desde el inicio de la pandemia en el país, un sector del sistema sanitario se ha convertido en uno de los pilares en la atención de pacientes críticos: el área de terapia intensiva. Sin embargo, y pese al rol que todos los días desempeñan durante la pandemia, ellos se sienten relegados por el gobierno nacional y por los gobiernos locales.

Estos profesionales comenzaron a hacer sentir su voz en el inicio mismo de la pandemia, cuando cuestionaron la calidad de los primeros respiradores que llegaron al país. Sin embargo, nunca fueron consultados para adquirir esos equipos, pese a que son el área especializada en esos insumos, que hoy son vitales en los hospitales.

Joel Gutiérrez Beltrán, presidente de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, en una entrevista con Página Siete hace un “diagnóstico” del área de cuidados intensivos, de las limitaciones, de la falta de insumos y del “ninguneo” que sufre su sector, pese a ser hoy un área vital. Y también cuenta en qué condiciones llegan los pacientes a las salas de terapia intensiva y su día a día en el desempeño de su labor, que está cargado de emociones.

¿La Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva tiene registrados a todos los intensivistas o es que los hay otros que no necesariamente están en la institución?

La sociedad reúne a la mayoría de los intensivistas del país. Desde el punto de vista de la organización, los profesionales del área están agrupados por especialidades. La Sociedad de Medicina Crítica reúne a los médicos intensivistas, especialistas en medicina crítica y terapia intensiva, y hoy tiene registrados a 263 médicos, aunque hay un reducido número de profesionales que no están en la Sociedad. 

¿Dónde se forman los intensivistas?

En las universidades públicas y privadas, y el estudiante egresa como médico general. Luego, elige la especialidad que desea. Las especialidades clínicas, como las quirúrgicas, se realizan en las residencias hospitalarias. En el país los hospitales grandes reciben a médicos residentes y la formación hospitalaria -en nuestra especialidad- dura cuatro años en las unidades de cuidados críticos.

¿Qué es una unidad de terapia intensiva?

Hasta antes de que llegue  la pandemia, la gente creía que terapia intensiva era el lugar de paso al cementerio. Era un concepto ligero que se manejaba incluso entre los mismos médicos. 

A la unidad de cuidados críticos ingresa el paciente que tiene chance de mejorar y que se va a beneficiar de todos los procedimientos que se realizan en este lugar para recuperar sus trastornos y enfermedades.

El paciente que está en fase terminal y no tiene chance de mejorar, no tiene cabida en terapia ntensiva. Aquí no puede entrar el paciente que no esté tan mal, ni tampoco el paciente que esté demasiado mal.
 

Con la pandemia, ¿ha cambiado la percepción de la gente sobre lo que es terapia intensiva?

Con la pandemia, la gente ha empezado a conocer su importancia. Ahora la gente ve la terapia intensiva desde otro punto de vista a raíz de todo lo que ha pasado y lo que  está pasando. Sin embargo, no ha pasado lo mismo con el gobierno, que ha ignorado a este sector.

Hemos sido abandonados y mucho más las unidades de terapia intensiva. Siguen sin tener personal suficiente, ni equipamiento médico ni infraestructura  las unidades de cuidados críticos. El déficit que existe es en todo el país. 
 

¿Cuántas salas de terapia intensiva hay en el país?

Deberíamos tener 1.200 camas de terapia intensiva en Bolivia. Sin embargo, La Paz no llega a las 40 camas (el sector público); Santa Cruz tiene casi 90 camas, Cochabamba no llega a las 20 camas; Sucre tiene 25 camas entre lo que es Polivalente y Covid; la ciudad de Tarija está mejor en relación a su población: tiene alrededor de 50 camas equipadas; Oruro y Potosí no pasan de 15 camas de terapia intensiva, y el oriente boliviano está totalmente abandonado. En Beni hay un solo intensivista, al igual que en Pando, donde también hay un solo intensivista.
 

¿En esta coyuntura ha mejorado el trato a los intensivistas de parte de las autoridades?

En Cobija, un colega contó que le ofrecieron un contrato en línea con 8.000 bolivianos de sueldo. Con los descuentos iba a recibir 5.800 bolivianos y sin ningún beneficio más. Este colega eligió irse a Puerto Maldonado (sureste de Perú) porque allí  le ofrecieron un sueldo tres veces mayor al que le ofrecieron en el país. Y se fue para trabajar en terapia intensiva. De Sucre, dos médicos intensivistas tuvieron que retornar a Argentina porque en el país sólo les ofrecían contratos en línea y con bajos sueldos.

El 40% de los médicos intensivistas no tienen ítem asignado, mucho menos ítems institucionalizados.

No he conocido un caso en el que se haya generado un ítem con posibilidad de ser institucionalizado. Han generado contratos en línea; han generado ítems ministeriales que no tienen ningún otro beneficio, como es la categoría y el escalafón profesional. 

En otro caso, los colegas han trabajado tres meses en Montero sin haber percibido sueldos. No les han pagado. No han recibido ni un solo peso hasta ahora. 

¿Cómo es el trato a este sector médico en otros países?

En los países de la región tienen tropiezos como nosotros, pero no tanto. En el resto del mundo el intensivista es realmente bien tratado. El intensivista es, a tono de broma, el que está al lado de Dios. Es el colega que trabaja con esa perspectiva de parte de la gente. Es el que resuelve realmente problemas muy serios.

El intensivista merece un mejor sitial dentro de las especialidades médicas, algo de lo que estamos muy lejos en Bolivia.

¿Cómo vive su sector la segunda ola de la pandemia?

Estamos en una situación de colapso en este momento. Estamos sorteando una serie de dificultades: carencia de drogas, de equipamientos y de profesionales. Hay colegas que están atendiendo a 15 o 20 pacientes en salas Covid. Eso es inhumano. Tener más de seis pacientes en una sala Covid es inhumano. Atender a tantos pacientes y con el equipamiento que tenemos las 24 horas es imposible. 

Lo recomendable para un intensivista es trabajar seis horas, porque tiene todo un equipo presionándole la cara. Pero hay colegas que están de 12 a 14 horas de manera permanente en las salas de terapia intensiva. Es urgente plantear estrategias que aminoren esta presión.
 

La semana anterior tenían prevista una reunión con el Ministerio de Salud, pero no se concretó. ¿Cuál era la agenda de ese encuentro?

La Sociedad Boliviana de Medicina Crítica no puede estar ajena a la realidad tan cruda por la que estamos atravesando en el país, con unidades ya colapsadas. No tenemos camas disponibles. Sólo en Tarija hay dos camas disponibles.

Pedimos la implementación de insumos, medicamentos, equipos de protección. Los insumos que no pueden faltar son los sedantes y relajantes, entre otros. Usamos drogas vasoactivas y un montón de medicación que en el resto del país falta.

Es importante que se vayan viabilizando ítems a los colegas intensivistas. No se puede permitir que a estas alturas los colegas tengan que ganar topes salariales de 5.800 bolivianos. No es posible ganar 5.800 bolivianos cuando hay enfermeras y técnicos que tienen sueldos mayores. Esas desigualdades deben ser resueltas. La actividad laboral del intensivista es distinta a la de cualquier otro especialista. Vivimos día y noche en los hospitales. Nuestra labor profesional no puede ser tan disminuida.

Estamos los colegas muy maltratados en lo laboral, cansados, porque las terapias intensivas están llenas y estamos en primera línea porque estamos con los pacientes que se encuentran en etapa crítica.

El pasado año, cuando llegó la pandemia, ustedes protestaron porque no fueron tomados en cuenta para que den su punto de vista sobre los respiradores que se iban a adquirir… 

No hay un solo colega que diga: “nosotros hemos estado activamente coordinando para mejorar las instalaciones de cuidados críticos en el país”. Han omitido las opiniones de los intensivistas para comprar los respiradores, por ejemplo. No ha habido ningún tipo de coordinación. No hemos sido convocados. 

¿Y qué pasa con los equipos que llegaron de España?

Esos equipos no son para utilizarse en terapia intensiva, definitivamente. Esos equipos se usan de manera momentánea, para un par de horas, para viabilizar la búsqueda de una cama de terapia intensiva. Se los usa para reanimar pacientes. Ninguno de esos equipos está en las salas de terapia intensiva. Están hoy en depósitos.

¿Y los equipos traídos de China?

Otra gran estafa. Pude ver su utilidad en el Hospital San Pedro Claver el año pasado, como coordinador de terapias intensivas de Sucre. Definitivamente eran equipos de muy baja calidad. Lo que se necesitan en el país son respiradores de alta gama con los que se puedan generar respuestas favorables en el paciente. Esos respiradores chinos fueron otra gigante estafa que no han tenido ninguna utilidad

Y ocurrió algo peor. Los han enviado al área rural y a ciudades intermedias, donde no existe ni un solo especialista que pueda darles uso. En su mayoría esos equipos están en depósitos.

¿Y qué pasa con los equipos donados por Estados Unidos?

De alguna manera esta dotación ha sido mucho mejor, aunque no son para ventilar pacientes en salas, pero son mucho más solidos si se los compara con los equipos españoles y chinos. Son ventiladores que usa la Armada americana. Son mucho más viables. Esos equipos eran de mejor calidad.

También se  han comprado otros equipos, incluso chinos, que son buenos. Hay marcas sobre todo europeas y americanas que podían haber sido adquiridas para cuidados intensivos.

Según la OMS, por cada 10.000 habitantes debe haber una cama de terapia intensiva. ¿Cómo estamos en Bolivia?

No llegamos a 400 camas. Estamos con un déficit del 70% de camas en terapia intensiva en el país. No sólo son las camas de terapia intensiva. Es como un avión. El avión necesita un piloto, un copiloto y todo un equipo. Una sala necesita todo un equipo. La idea es optimizar.

Una sala de terapia intensiva es más que una infraestructura cerrada. Una sala debe contar con una serie de ventiladores, extractores de aire, camas con movimientos, bombas de dosificación de drogas, corrugados que van del paciente al ventilador, sets de aspiración y medicación. Todo este requerimiento debe ser visto más allá del equipo médico, que debe contar además con fisioterapeutas, kinesiólogos. Se deben pensar en equipos completos para manejar una sala de terapia intensiva.

¿De las 400 camas, cuántas están en óptimas condiciones de funcionamiento?

Ninguna. Por ejemplo, en Sucre, nuestra sala de terapia intensiva tiene deficiencias en cuanto a bombas de infusión y nos faltan monitores y otros insumos. Así están también las salas de terapia intensiva en Santa Cruz. No están al 100% armadas. En el sistema público no tenemos funcionando ni una sala al 100%. Unas no tienen monitores y otras no tienen camas al 100% equipadas.

¿En general, en qué condiciones llegan los pacientes a las unidades de terapia intensiva en este momento?

Los pacientes están llegando muy tarde a terapia intensiva. En realidad, están llegando demasiado tarde a los centros de diagnóstico de Covid o a los centros de internación clínica. Prácticamente los médicos hacen la evaluación y piden la internación en terapia intensiva por el gran problema de la insuficiencia respiratoria. Y realmente llegan muy tarde a ventilación e intubación mecánica.

Dramáticamente están llegando en tiempos irrecuperables. Es muy dramático lidiar con cada paciente, sobre todo cuando no van respondiendo a la terapia y a las maniobras que se les aplica. Es un factor que también influye en cada colega.

¿Cuánto por ciento de los que llegan a terapia intensiva se recupera?

De los que llegan a terapia intensiva, sólo un 15 a 20% se recupera y salen con alta. El resto, fallece.  En los pacientes que ingresan a terapia intensiva a tiempo, el nivel de recuperación va de entre el 50 y 60%.

HOJA DE  VIDA

  • Carrera   Fue fundador de la filial de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva en Sucre, en 2004. 
  • Origen   Nació en Sucre, de madre cochabambina y padre orureño.
  • Profesión  Es especialista en medicina interna.   Se especializó en Argentina y España.

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