EN POTOSÍ HALLAN UNA BOLSA DE HACE MIL AÑOS QUE REVELA LAS DROGAS QUE CONSUMÍAN LOS INDÍGENAS
En la provincia Sur Lípez (Potosí) descubrieron una tumba de hace mil años en la que estaba enterrado un miembro de una cultura que tenía un gran conocimiento sobre botánica y sobre los usos psicotrópicos de algunas plantas especiales.
La tumba fue profanada tiempo después y al excavarse no se encontró el cadáver al que se rindieron honores. Sin embargo, en aquel abrigo bautizado como “cueva del Chileno”, que había sido ocupado durante los últimos 4.000 años y tiene unas condiciones excelentes para la conservación del material orgánico, quedó preservada una bolsa de cuero llena de objetos que se pueden relacionar con el consumo de estupefacientes: dos tabletas talladas en madera para inhalar sustancias, un tubo para aspirar, dos espátulas de hueso de llama, una cinta textil para la cabeza, trozos de plantas secas y una bolsita fabricada con tres hocicos de zorro.
El análisis químico de estos artefactos sugiere que ya entonces existía el conocimiento necesario para elaborar la ayahuasca, una bebida psicotrópica tradicional de los pueblos amazónicos de Sudamérica.
Entre las sustancias detectadas en la tumba se encuentran sus dos principales ingredientes, la harmina, que se suele obtener de la enredadera Banesteriopsis caapi, y el arbusto Psychotria viridis, que contiene el alucinógeno DMT. En la bolsa también se encontraron restos de cocaína y benzoilecgonina, lo que sugiere que habría habido hojas de coca, y trazas de bufotenina, otro alucinógeno que se puede elaborar a partir de las semillas del árbol Anadenanthera colubrina, que se inhalarían después de machacarlas en las tabletas.
Una de las características interesantes halladas en el lugar es que ninguna de las plantas detectadas crece en el altiplano donde se produjo el enterramiento. “Casi todas las plantas con las que se elabora la ayahuasca son tropicales y en cualquier caso era necesario recorrer cientos de kilómetros para acceder a ellas”, explica José Capriles, investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania (EE UU) y autor principal del trabajo.
“Había mucho tráfico caravanero de llamas y muchas sociedades se desarrollaban a partir del intercambio comercial a larga distancia”, explica.
El yacimiento de la “cueva del Chileno” pertenece a una época en la que la cultura tiwanacota, que mantuvo su influencia durante cinco siglos en lo que hoy es el sur de Perú, el norte de Chile y el este de Bolivia, se estaba desintegrando. Algunos estudios han relacionado elementos ceremoniales como las tabletas de inhalación con un sistema de ritos y costumbres que servía para expandir aquel sistema cultural a otras regiones. Los especialistas en estos rituales, poseedores de un amplio conocimiento, fueron, probablemente, miembros muy influyentes de aquellas antiguas sociedades andinas. A través de determinadas sustancias podían acceder a las divinidades o incluso transformarse en animales que las representaban.
Página Siete
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