EL «SUPERPROFE» QUE SE REINVENTA, ENSEÑA E INSPIRA EN LA PANDEMIA

PROFESOR QUE ENSEÑA CON PERSONAJES

Médico, estudiante de contabilidad y profesor  de más de 1.000 escolares para quienes se transforma en Spiderman o en Batman para animarles en la cuarentena. Cuando el tiempo le alcanza, nutre su alma bailando a la vez que enseña zumba y bailes folklóricos. Estas cualidades multifacéticas hacen del paceño Jorge Manolo Villarroel todo un superhéroe que reparte solidaridad, conocimiento e ilusión: valores primordiales siempre, pero más que nunca en estos tiempos.

“Ya empiezo a sentir el estrés”, confiesa en el mismo instante en que recibe un mensaje en su celular. “Es de un alumno. Me dice que soy su ejemplo a seguir; eso es lo que alienta a uno a continuar”. Y sonríe.

Cinco de sus 36 años los ha dedicado a la docencia. Los últimos tres la ha ejercido en el colegio San Ignacio de La Paz, donde  imparte clases de Artes Plásticas, Matemáticas y Biología a los estudiantes tanto de primaria como de secundaria.

Las suyas, dice Villarroel, han sido siempre clases divertidas y alejadas de “lo normal”: “Un día me vestí de mimo y me gustaba ponerles música”, resalta quien bien sabe sobre lo importante de captar la atención de los más pequeños  para que surta el aprendizaje.

¿Y cómo se logra eso cuando hay una pantalla de por medio? Él lo hizo cumpliendo un sueño que siempre tuvo cuando era niño: que un superhéroe le diera clases. Aunque esta vez los roles se intercambiaron y las clases habían pasado a ser virtuales. 

Un día de la cuarentena, Villarroel se puso una máscara de Hombre Araña que tenía en  casa y sus alumnos se quedaron “fascinados”. Visto el éxito, se decidió a crear sus propios disfraces de superhéroes y hasta ahora ha elaborado -y usado- casi una decena de ellos, entre los que están Batman, Superman, Deadpool, Flash o Linterna Verde.

 Para facilitar la enseñanza, Villarroel se sirve de un gran aliado: Coco, su perrito, que  lo acompaña en sus múltiples facetas. Si uno es Batman, el otro se convierte en  Batiperro. 

“La mayor recompensa es el interés que prestan. Cada vez que entro a una clase, saludo  a mis alumnos sonrientes a través de la pantalla y veo que se olvidan de todo lo que ocurre ahí fuera.  Además, también están los resultados: el 98% de ellos me entregan  sus tareas”, destaca el profesor, quien tras la buena respuesta decidió que seguirá con esta metodología de enseñanza una vez se vuelvan a abrir las aulas que tantos meses llevan vacías.

Estudió medicina y se especializó en traumatología. Al mismo tiempo, cursaba la carrera de Pedagogía por las noches, especializándose en Artes. Aunque se dice pronto, dedicó toda una década al aprendizaje y a la formación. 

Según cuenta Villarroel, aunó las pasiones de sus padres, que también son las suyas, para darles una “satisfacción”: “Estudié   medicina porque mi papá era médico y pedagogía porque mi mamá es profesora de Artes Plásticas, como yo ahora”, afirma. Aunque él siempre tuvo claro que lo suyo, más que otra cosa, era esto último, pues su mayor pasión es pintar.

Antes de la llegada de la pandemia al país, Villarroel ejercía como traumatólogo en un consultorio privado. Su rutina solía ser la siguiente: de ocho a seis de la tarde cumplía con su labor de profesor y todo lo que ello conlleva; al salir, volaba a su consultorio para atender a sus pacientes.

En la actualidad, muchas veces le toca cambiarse el disfraz de superhéroe por la bata blanca para ayudar a superar dolencias o hacer el seguimiento de algún tratamiento. Lo hace de forma voluntaria a través de consultas virtuales.

“Para mí la carga ha sido mayor porque no hay límites de horario. Algunas noches tengo reuniones con padres de familia, tengo que revisar tareas, pensar cuál va a ser el próximo disfraz con el que sorprenderé a mis alumnos y confeccionarlo”, expresa este héroe de muchos.

Y en las  que no debiera hacer nada, estudia. Los lunes, jueves y viernes en la noche, Villarroel se convierte en uno más de aquellos a los que él induce a imaginar y soñar.  Es estudiante de primer año de la carrera de Contabilidad y espera, en un futuro, conseguir el título de provisión nacional .

“Me encantan las matemáticas. En 1998 fui campeón nacional en las Olimpiadas de Matemáticas, subcampeón a nivel Sudamérica y a nivel mundial”, revela Villarroel del que es otro de sus grandes dones.

También tiene otro que es bailar. En su tiempo libre, que no es mucho, ejerce como instructor de zumba y de bailes folklóricos.

Entre tanto, se reserva su pequeño -necesario y valioso- espacio para soñar: “anhelo poder difundir mi conocimiento y ayudar a las personas no simplemente desde el ámbito privado, sino desde lo público. Mi sueño es trabajar en un colegio fiscal o en un hospital del Estado”, concluye el “superprofe”  quien, definitivamente, es un superhéroe cuyo truco siempre fue creer (y crear) en la magia

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