8 JÓVENES QUE MATARON A GOLPES A FERNANDO BÁEZ A LA SALIDA DE UNA DISCOTECA EN ARGENTINA FUERON CONDENADOS TRAS 3 AÑOS DE INVESTIGACIÓN
La justicia argentina condenó hoy a prisión perpetua a cinco de los ocho jóvenes que en enero de 2020 golpearon en grupo y hasta la muerte a Fernando Báez Sosa, quien en ese momento tenía 18 años, en uno de los crímenes que más ha conmocionado a la sociedad de este país.
El tribunal dictó la pena máxima en contra de Máximo Thomsen, Enzo Tomás Comelli, Matías Franco Benicelli y Ciro y Luciano Pertossi al considerarlos coautores del delito de homicidio doblemente agravado por el concurso premeditado cometido por dos o más personas y con alevosía.
Por otra parte, Ayrton Michael Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi, recibieron condenas de 15 años de prisión por ser partícipes secundarios.
Los ocho acusados tenían entre 18 y 20 años cuando cometieron el crimen. Ahora, cinco de ellos tendrán que pasar el resto de su vida en la cárcel.
María Claudia Castro, presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal número 1 de Dolores que también integran Christian Rabaia y Emiliano Lázzari leyó la sentencia en un clima de extrema tensión y dramatismo, debido a la repercusión del caso.
La lectura tuvo que interrumpirse porque Rosalía Zárate, madre de Máximo Thomsen, uno de los jóvenes condenados a perpetua, pidió entre lágrimas un médico para que atendiera a su hijo, ya que se había desmayado. A los gritos, y entre insultos a la prensa, exigió estar a solas con él.
De esta forma terminó un juicio que inició el pasado 2 de enero y que se desarrolló a lo largo de 15 audiencias en las que hablaron padres y madres de la víctima y de los acusados, los abogados de la defensa y de la querella. En total, hubo 87 testigos.
IMPACTO EN ARGENTINA
El fallo del tribunal se transmitió en una virtual cadena nacional, a través de todos los canales de televisión, cadenas de radio, portales y las redes sociales, ya que se trata de uno de los crímenes con mayor repercusión mediática de los últimos años.
También generó un intenso debate social, ya que desde que el juicio comenzó a principios del mes pasado, recrudecieron las posturas de quienes exigían las condenas más duras en contra de los acusados.
En medio de discursos cada vez más violentos, algunos incluso lamentaron que no existiera la pena de muerte.
El crimen de Báez Sosa se convirtió en un tema central, también, porque se combinó con cuestiones de clase. La víctima era un humilde estudiante de Derecho, hijo de Graciela Sosa y Silvino Báez, una pareja de inmigrantes paraguayos.
Los victimarios, que al momento del crimen tenían entre 18 y 22 años, fueron identificados como “niños ricos”, aunque en realidad más bien forman parte de la clase media.
La clave para difundir esta lectura fue que varios de ellos jugaban al rugby, un deporte asociado a prácticas violentas y a familias adineradas. Aunque no todos los acusados lo practicaban, la estigmatización predominó y se les denominó como “los rugbiers”.
Otro elemento que permitió la mediatización del proceso fue la abundancia de grabaciones del momento del crimen. Entre los teléfonos celuares y las cámaras de seguridad, nunca antes había habido un registro audiovisual de tal magnitud en un caso como este.
LAS VACACIONES DE LOS JOVENES QUE TERMINARON EN DRAMA
La madrugada del 18 de enero de 2020, Franco Benicelli, Blas Cinalli, Enzo Tomás Comelli, Máximo Pablo Thomsen, Ayrton Michael Viollaz, los hermanos Ciro y Luciano Pertossi y su primo, Lucas Pertossi mataron a puñetazos y patadas a Fernando Báez Sosa, de 18 años, a la salida de una discoteca en el balneario argentino de Villa Gesell, ubicado en la costa atlántica argentina.
Todos estaban ahí de vacaciones, ya que vivían en Zárate, una ciudad de la provincia de Buenos Aires.
Las grabaciones evidenciaron la saña con la que Báez Sosa fue atacado pero, también, la indiferencia con la que actuaron los acusados después del crimen.
Sus chats telefónicas demostraron que planearon qué decir, cómo ocultar o manipular pruebas, ya que se cambiaron de ropa y algunos de ellos incluso se fueron a cenar después una hamburguesa. Como si nada hubiera pasado.
A la mañana siguiente, cuando los policías los interrogaron, afirmaron que el responsable del crimen era Pablo Ventura, un deportista de remo que vivía en Zárate, la misma localidad que ellos.
Ventura fue detenido pero luego lo liberaron porque se demostró que ni siquiera había ido a Villa Gesell. Durante el juicio, ninguno de los acusados explicó por qué lo inculparon falsamente.
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